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La entrevista realizada por la Fundación Equidad y Desarrollo, a Ander Etxeberria, director de Difusión Cooperativa de Mondragón, nos sumerge en la fascinante historia de cómo un modelo de organización social nacido en un pequeño municipio del País Vasco español ha logrado convertirse en un referente global del cooperativismo. Este diálogo no solo nos invita a reflexionar sobre el poder de la colaboración, sino también sobre la capacidad de las comunidades para transformar su realidad económica y social.
Los inicios de Mondragón: Un modelo nacido en la adversidad
Mondragón, como tantas otras regiones de España, quedó devastado tras la Guerra Civil Española (1936-1939). En este contexto de pobreza y fragmentación social, llegó en 1941 el sacerdote José María Arizmendiarrieta, un joven de apenas 25 años. Desde el primer momento, entendió que la reconstrucción del tejido social debía comenzar por la educación.
En 1943 fundó una escuela profesional que marcó el inicio de un cambio radical para la comunidad. Este centro educativo ofrecía formación técnica en áreas como mecánica, electricidad e hidráulica, vinculadas directamente con las necesidades de la industria local. Pero la visión de Arizmendiarrieta iba más allá: la escuela también inculcaba valores sociales, solidaridad y un sentido de comunidad.
Una de las herramientas pedagógicas más innovadoras fueron los círculos de estudio, donde los jóvenes discutían y analizaban problemas globales y locales, como el hambre o la pobreza. Estas sesiones fomentaban el pensamiento crítico y, más importante aún, se traducían en acciones concretas. Por ejemplo, organizaban rifas y actividades culturales para recaudar fondos y cubrir las necesidades de las familias más vulnerables.
La creación de la primera cooperativa: El paso de la teoría a la práctica
Mondragón comenzó en 1956, cuando cinco jóvenes ingenieros formados en la escuela profesional decidieron fundar la primera cooperativa, ULGOR. Los nombres de estos pioneros —Usatorre, Larrañaga, Gorroñogoitia, Ormaechea Ortubay— quedaron grabados en la historia de Mondragón.
Esta decisión no fue casual. Para entonces, estos ingenieros trabajaban en empresas tradicionales donde el capital era el eje central, y los trabajadores apenas tenían voz en las decisiones. Inspirados por los valores inculcados por Arizmendiarrieta, querían ser dueños de su destino. Ante la imposibilidad de transformar las empresas donde laboraban, optaron por crear algo nuevo: un modelo cooperativo.
El camino no fue fácil. Los recursos iniciales eran escasos, pero lograron financiarse mediante ahorros personales, apoyo de familiares y amigos, y préstamos de la banca. Ulgor comenzó fabricando estufas de petróleo, un producto muy demandado en la época, y posteriormente diversificó su producción hacia electrodomésticos.
Diferencias fundamentales entre cooperativas y empresas tradicionales
Durante la entrevista, Ander Etxeberria explicó que la estructura democrática de las cooperativas de Mondragón las diferencia radicalmente de las empresas tradicionales. En las cooperativas, cada socio es trabajador y propietario, y tiene un voto igualitario en la toma de decisiones, independientemente de su aporte de capital o posición jerárquica.
Este modelo fomenta una inclusión real y asegura que los trabajadores participen directamente en los resultados económicos de la empresa, ya sean positivos o negativos. Etxeberria destacó que, aunque las cooperativas no son inmunes a las crisis, cuentan con mecanismos internos para proteger a sus socios.
Cuando una cooperativa enfrenta dificultades financieras, se implementa un plan de rescate que incluye la recolocación de trabajadores en otras cooperativas, formación para adquirir nuevas habilidades (reskilling -Recapacitación o upskilling – Perfeccionamiento) y, si es necesario, un salario de desempleo durante dos años, financiado por el propio sistema cooperativo.
El crecimiento sostenido: De una cooperativa a una corporación global
Desde la fundación de Ulgor, Mondragón ha crecido hasta incluir 81 cooperativas en sectores como industria, agricultura, servicios, educación y tecnología. Este modelo no solo ha transformado Mondragón, un municipio que pasó de 10,000 a 22,000 habitantes, sino también a la comarca Alto Deba, hogar de 63,000 personas.
Una de las claves del éxito ha sido la diversificación y la internacionalización. Actualmente, el 70 % de las ventas de las cooperativas industriales proviene de mercados internacionales, mientras que el 30 % se realiza en España. Este enfoque global ha permitido que Mondragón facture alrededor de 10,600 millones de euros al año y se posicione como líder en sectores altamente competitivos.
Redistribución y sostenibilidad: Claves del modelo Mondragón
Un aspecto fundamental del sistema de Mondragón es la redistribución de recursos. Al cierre de cada año, las cooperativas con excedentes aportan el 14% de sus resultados a la corporación. Este porcentaje se divide en dos fondos principales:
- Reinversión (7%): Utilizado para financiar proyectos que mejoren la competitividad de las cooperativas. Este fondo puede otorgar créditos a bajo interés o, en casos excepcionales, convertirse en capital temporal en la cooperativa.
- Subsidios (7%): Destinados a cooperativas sin ánimo de lucro, como universidades y centros tecnológicos, así como a proyectos sociales o cooperativas en dificultades.
Además, antes de aplicar este aporte, se realiza el «subsidio cruzado», donde las cooperativas más fuertes apoyan financieramente a las más débiles. Este mecanismo asegura la sostenibilidad y estabilidad del sistema.
El impacto social de Mondragón
El modelo cooperativo de Mondragón no solo ha generado riqueza, sino que también ha transformado la calidad de vida de su población. Alto Deba es hoy la comarca con las rentas más altas, la menor tasa de desempleo y la mayor inversión en investigación y desarrollo en España.
Etxeberria subrayó que, aunque el Estado tiene un papel importante, en Mondragón han aprendido a no depender de él. «Si vas a crear una empresa que necesita subvenciones para sobrevivir, mejor dedícate a otra cosa. Hay que hacer algo que funcione por sí mismo», afirmó.
Un mensaje para los pequeños productores
En la parte final de la entrevista, Carlos Rabascall preguntó a Ander qué mensaje daría a los pequeños productores que aún no se convencen de formar cooperativas. Ander fue claro: «No hay imposibles. En Mondragón no somos especiales; somos gente normal que responde a incentivos normales. Las cooperativas no solo generan empleo, sino que construyen una sociedad más justa y equitativa».
Conclusión: Un modelo que inspira al mundo
La historia de Mondragón es un recordatorio de que, con visión, educación y solidaridad, es posible transformar comunidades. Desde su origen en la posguerra hasta su consolidación como modelo global, Mondragón demuestra que el cooperativismo puede ser una herramienta poderosa para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo.
Mondragón no solo es un ejemplo de resiliencia, sino también una invitación a soñar y construir un futuro más equitativo, sostenible y colaborativo.